El no al matrimonio gay en California, aunque fuera por una mínima mayoría, hizo y sigue dando justificación a los homófobos de siempre.
Cuando al pueblo se le deja opinar, el pueblo les da la razón y por lo tanto ellos tienen la razón; eso es lo que parecen decirnos a nosotros los afectados y al resto de ciudadanos que o bien están a favor del matrimonio gay sin ser gays o bien miran esta cruzada (por sus mayormente tintes religiosos) con indiferencia por no sentir que les perjudica a ellos en absoluto.
Aunque hayan ganado el referéndum popular, deberían saber que cada vez el porcentaje de homófobos se reduce y que es la gente joven la que se muestra más partidaria del matrimonio, lo que se puede entender como que si tiene que haber más referéndums los habrá en el futuro hasta que los porcentajes se inviertan en beneficio nuestro. Lo cual en cierta forma es un poco absurdo porque mientras que para los homófobos es una cuestión de populismo moral para los gays es un derecho fundamental y jamás podemos dejar de reivindicarlo porque nuestras vidas y desarrollo en igualdad van con ello. Aunque visto lo visto los homófobos no parece que se cansen de oprimir a la ciudadanía gay hasta el punto de convertirnos en los últimos acosados de las democracias occidentales.
¿Por qué un referéndum es injusto? Porque la homosexualidad hasta tiempos presentes ha sido (y sigue siendo) penada legislativa y socialmente llena de prejuicios heterosexistas y machistas moralistas religiosos, lo cual significa que es muy fácil alentar al pueblo a la demagogia. La mayoría de la gente, manipulable e ignorante (caso de gente de clase media-baja) o adoctrinada en fe ultraconservadora (caso de clasa alta acomodada -el barrio Salamanca de Madrid sería un ejemplo), no entiende (o no quiere entender objetivamente en referencia a los religiosos) de leyes ni de Constituciones y votaría lo que toda la vida le han inculcado.
Una democracia es lo que el pueblo vota a través de sus legisladores políticos que son los que se eligen para representarnos ya que éstos sí deben conocer como funciona el sistema político y por lo tanto ser capaces de votar leyes con pleno conocimiento. Además, un tema como el matrimonio gay que es un derecho fundamental y que afecta a una minoría no puede ser juzgado por las mayorías porque una democracia existe para proteger a las minorías y concederles la misma igualdad.
Si este tipo de referéndums empezarán a proliferar, seguramente ya no sólo afectaría a la ciudadanía gay, porque nadie garantiza que se votasen propuestas a favor de la pena de muerte o cadena perpétua, la expulsión de inmigrantes, o que hacer con los gitanos españoles que es sabido que no despiertan demasiadas simpatías, entre muchos otros temas espinosos que rozan los frágiles valores democráticos, incluso hasta podría haber un refrendo sobre que hacer con las religiones ahora que parece día a día pierden adeptos. Sí, igual todos saldríamos perdiendo. Desde luego, hasta ahora, los únicos cobayas parecemos nosotros.
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