Estado mundialmente conocido, en California entró en vigor el 16 de junio de 2008. Un Estado tan importante en EE.UU. como a la vez popular por ser de los más liberales y contar con la meca gay San Francisco hizo sentir que la lucha social conllevaba justicia social.
Pero los homófobos no pudieron tolerar que un Estado de tanto peso les diera un revés y gastaron mucho dinero a favor del odio y la negación de la igualdad en una campaña sin precedentes (nunca antes se había invertido tanto dinero para un referéndum, tanto por parte de los partidarios como de los que no, lo que evidencia la guerra encarnizada que están dispuestos a hacer los homófobos con tal de excluirnos de la democracia de derechos; ¿por qué no gastaron ese dinero en apoyar a las familias que están sufriendo la crisis de EE.UU. si tanto adoran a Dios?).
En un plebiscito (4 noviembre), ganó el no al matrimonio gay por poco.
Por primera vez, un derecho dado y reconocido como el matrimonio gay podría ser baneado, lo que significó que aunque se consiga siempre hay quien está dispuesto a apoyar leyes regresivas. Dramático pero rotundamente cierto.
Actualmente se ha desatado una revolución que algunos auguran como un segundo Stonewall de manifestaciones en la calle de gentes anónimas e incluso famosos y batallas judiciales para aclarar si el matrimonio gay será historia y qué sucedería con los que ya se casaron, unas 18.000 parejas se estima. De momento, se han paralizado las bodas.
Una pregunta que me planteó es: ¿por una diferencia de 47´5% a 52´5 % van a arruinarse los planes y sueños, las vidas, de mucha gente; un derecho fundamental tanto tiempo exigido al mismo tiempo que negado?
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