Ayer paseando por las calles de Murcia se cruzó ante mí la homofobia personalizada en Calamita. La sensación ante semejante individuo fue de airada ira con lo que mi reacción y la de mi marido fue la de increparle insultándole con la verdad: "homófobo". Él hizo como que no oía y siguió caminando con su mujer sin girarse (tampoco creo que ser homófobo sea un insulto para este tipo de gente). Yo mismo que no estoy acostumbrado a la violencia ni verbal ni de ningún tipo de algún modo actué con moderación y no le dije lo que seguramente hubiese merecido. Por lo menos no callemos y denunciamos en público su homofobia. Y cierto es que me quedé satisfecho de no silenciar mi rabia ante un homófobo que sigue creyendo que tiene razón.
Este 28 de diciembre en la manifestación homófoba, entre otras causas, de la jerarquía católica y sus fieles igual acaban canonizándole.
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