Hoy 6 de diciembre se cumplen 30 años de la Constitución, desde donde la cual se rige todo el país y su ciudadanía.
Yo que tengo 30 años nací en los mismos tiempos que ella, lo que puedo decir que he crecido y me he desarrollado bajo su designio, en democracia. ¿Eso significa que a lo largo de mi vida he sido libre o me he sentido respaldado o protegido por ella? Lo cierto es que aún no en todo, puesto que no puedo celebrar a día de hoy esa Constitución ya que el Tribunal Constitucional que interpreta y sentencia la Constitución está, según mi criterio, demorándose respecto a afirmar que el matrimonio entre personas del mismo sexo es constitucional, que gays y lesbianas estamos incluidos dentro de la Constitución.
Los más positivamente objetivos consideran que nos darán la razón; los inmisericordes homófobos sin embargo se aferran a la esperanza de que dicho tribunal nos minusvalore y desprecie negándonos seguir con el derecho igualitario de poder casarnos con quien amamos.
Las constituciones en general a nivel mundial son abiertas y ambiguas, lo que nos beneficia pero también influye quien esté al frente de los tribunales constitucionales ya que si, como se ve ahora, ni el PP ni el Gobierno entienden la Constitución de la misma manera, de igual forma los jueces pueden ser no del todo objetivos.
Y en similar sintonía no hay que olvidar que los homófobos se esmeran por enmendar constituciones para que la definición sea clara para todos incluidos gays y excluyente para nosotros. Vivir en un lugar donde la Constitución no cuenta contigo hace que no te sientas representado ni integrado en la misma Constitución.
Yo espero que mi Constitución haya madurado con mi realidad y que diga SÍ. Entonces podré decir yo SÍ a la Constitución también.
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